Tengo sed,
tu mano alcanza mi deseo
dándome a beber en la boca de tu sangre.
Sangre fluida que sobrevive a los tiempos.
Las entrañas desgarradas,
y un olor a moribundo
que hace dichosa a la nívea muerte,
mientras ebria se acerca entre sabanas
blancas cálidas y azahares.
Nacen brotes verdes de invierno,
un momento silente
esperanzador que llena la habitación
de melancolía y,
luego…luego colma de luz,
como cuando el sol se muestra al mediodía,
inaugurando otra estación.
Y sonriente entre
cascadas,
ascender
dilucidar un cielo,
un éxtasis enseñoreado
por tu gloria.
Muero,
muero por ti.
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